Monday, December 31, 2007

Mr. Embassy


–Hace poco escribí una historia. Bolígrafo negro, parte de atrás de una fotocopia a color del libro de familia. Sentado en el suelo de la embajada de Estados Unidos, leyendo que era hijo en página 3, pensé que en esa misma hoja de papel había otra identidad latente, en el reverso blanco. Y por eso me puse a escribir de oídas sobre aquello que menos me importaba.

»Aforo casi completo. 90 inútiles yendo y viniendo a las ventanillas en tres tiempos: primero, para entregar una media docena de documentos más el pasaporte; segundo, para la toma de las huellas dactilares y tercero, para la entrevista. Y él, joven de estatura media y con el teléfono del logopeda perdido, hizo la mejor de ellas”.

»Venía de Barcelona, con los ojos chisporroteando ilusión por hacer el máster de su vida en Boston. “Me lo he currado mucho”, argüía lloriqueando, después de que el hombre al otro lado de la ventanilla le recordara una condena sin cumplir. “Posibilidad de cárcel cero; eso fijo”, aclaraba el chico. “Como mucho una penalidad monetaria”. (Penalidad monetaria. Dios, tendría que haber visto su barbilla blanda, a punto de provocar una inundación, mientras lo pronunciaba).

»Parecía no resultar. El funcionariado de la embajada atendía con indiferencia las explicaciones del joven, respondiendo sus sollozos con gesto burocrático y maniqueo. Él, agobiado, balbuceó fragmentos de nada, de aquello que ocurrió en el jardín de un vecino hacía tres años y siete meses. “Mi amigo quería unas tulipas para su padre (manera bastante atípica para designar los tulipanes; puede que quisiera referirse a otra cosa). Fue una chiquillada”. Pero algo preguntó el entrevistador, una demanda que repitió varias veces acercándose más y más al cristal que los separaba. Sus labios se movieron cientos de veces formando las mismas formas agresivas y aristadas. Entonces, el universo colocó una coma en aquella embajada, guardando ese instante en el tiempo como si fuera un pedrusco de ámbar. Era demasiado estúpido para decirlo, así que se le escapó una voz minúscula y ronca: “Lo único que robamos fue excremento de vaca. Yo no me quedé con ninguna parte del botín”.

»Omito los lamentos posteriores del mozo, cuando farfullaba que iba “con la verdad por delante”. Qué drama. No le concedieron el visado, por supuesto. Se fue a casita con el encargo de enviar muchos faxes a no sé quién y luego llamar a la embajada de nuevo para ver si sonaba la flauta y poder obtener el ansiado F-1.

»En fin, creo que nada cambió en mi vida, esa mañana en suelo estadounidense. Sin embargo, algunos días más tarde, como la resaca de las olas, “penalidad monetaria” y “ninguna parte del botín” engrosaron una muy personal selección de frases hechas que normalmente suelto sin motivo. Hace poco adopté “la prolemática no esiste en mi vocabulario”, cuando oí en la calle a un tipo explicar a otro que un amigo “había tenido una prolemática con un gitano y volvió a casa con el ojo negro”. El interlocutor resolvió: “Pues la prolemática no esiste en mi vocabulario. Yo le habría metido el cuchillo por el culo y se acabó”.

»Hablando de todo y de nada. No sé qué diablos me pasa hoy que no puedo cerrar la boca, Mr. Embassy.

–Bueno, empiece por explicarme el motivo de su viaje a Estados Unidos, Mr. Shy.

Thursday, December 27, 2007

De la llamada #428


La libertad entendida como la expresión pura de mi carácter en el espacio íntimo; la propia ensoñación que rellena los capilares hijos de vénulas (mi viaje siempre parece sucio) y se filtra a través de nada en particular: no me lo prohíbas, deja que sobre al mundo y se vea comprendido, forme un todo o una parte.

Cuando no entiendo algo, no me interesa o me parece estúpido, suelo poner mucha atención para olvidarlo lo más rápido posible.

Dime, te escucho.

Friday, December 21, 2007

La sabia voz de la conciencia


Yo también podría arruinarte la vida. Pareces joven y fuerte; un buen ejemplar, sin duda. El procedimiento habitual es muy sencillo: primero te dejaré hablar sobre tu vida, mimetizándome con tus sentimientos. Seré el acompañante perfecto de tus soliloquios, igual que ese aguacero que cae en los momentos dramáticos de muchas películas sensibleras. Cuando haya recopilado todo el material (palabras, tono de voz y gestos de todo tipo), lo clasificaré según ámbitos. Con el primero de ellos te haré más daño que con ninguno: tu familia. Quedarás hecho trizas, te lo garantizo.

»Al principio seré comprensivo y afable con tus padres y hermanos (si es que tienes). Años después, cuando me gane su confianza, el cambio será tan radical que no podrán reaccionar, y, una tras otra, las peleas os llevarán al odio. Gracias a mí, tu familia se convertirá en una auténtica basura corrompida por el dinero, el rencor y algún drama infantil sobredimensionado. Y yo me encargaré de todo, no hará falta que tomes alguna vez la iniciativa.

»Una vez destruidos los lazos familiares, el resto resulta más fácil arrasarlo. Sí, sí, aunque seas muy fuerte y estés convencido de que tu novia te quiere (o de que la olvidarás definitivamente, si ya os rendisteis); aunque seas muy fuerte y estés convencido de que tienes grandes amigos.

»Yo lo puedo exterminar todo. Lo sabes.

–Sí, lo sé -dije sin interés. Sólo estaba sacando una foto a mi hermano, que posaba con desgana frente a la torre Sears.

Saturday, December 15, 2007

Kansado


De gente que dice mucho "aquello era una merienda de negros", de las faltas de ortografía, de la tecnología y de la candidez establecida en aras de la cordialidad y de la diplomacia interpersonal.

Pero agradezco profundamente los aviones y las largas esperas en los aeropuertos, su aprecio por el foie, el anonimato y las ojeras fruto de un irrefrenable deseo de escribir hasta dormido.

Friday, December 07, 2007

"This here's Miss Bonnie Parker. I'm Clyde Barrow. We rob banks"


"Ahora toma un complejo vitamínico, una única dosis diaria por la mañana alejada de las comidas. Y no le sienta bien, o eso dice. Pero yo que lo veo, creo que, además, está perdiendo la cabeza: sobre las cinco de la tarde debe tener el pico de subidón energético y comienza a establecer asociaciones aleatorias entre algunas palabras, elegidas al azar, de mis soliloquios. Así hasta la hora de la cena, cuando se queda ensimismado con olores, texturas y polígonos ocultos en la geometría íntima de los alimentos. A partir de entonces, su cerebro se apaga despacio entre brillos azules, hasta una nueva pastilla que le lleve a pensar en alto, a darse puñetazos con mi ego alargado y ennegrecido".

»Ayer fue insoportable. Estábamos sentados frente a la mesa de la cocina, bajo la tutela halógena del techo,...

Son las tres de la mañana. El efecto de las vitaminas se pasó hace rato.

Tuesday, November 27, 2007

Días de nobuk y té


Cansado de melodías bondadosas, implorando que me huela mal el aliento cuando ella me bese, pienso que ojalá pudiera tener los ojos suficientemente torcidos para asustar a mi vecina, que ya cuenta con 86 años y ha visto todos los horrores que se pueden ver, viviendo dos guerras, teniendo un marido sin dinero al que le faltan los dos brazos, víctima de un accidente con una fresadora, y un gato hipócrita que devora compungido los geranios que mi timorata mujer planta en nuestra ridícula terraza.

Bueno, en verdad sonaba algún vals sin darse importancia, de fondo, cuando fui a darle un sorbo a la infusión y apoyé mi codo en la mermelada de albaricoque esparcida sobre el horrible hule que tapa los años de la mesa redonda de la cocina.

Tuesday, November 20, 2007

Grados


Dos libros, una carpeta, un par de CD's, un estuche con lápices, una batería de portátil y un cable sobre varias revistas culturales de Chicago, Lisboa y Barcelona. Al lado, unos auriculares con micro y un teléfono móvil. Obviando mis manos agrietadas por el frío con sus mojones tecleando, otro cable y la piel de tres mandarinas.

No sé si necesito algo. Creo que todo me sobra.

Monday, November 19, 2007

Señora en fantasma


La hierba. Vi flores, vi hormigas. Un pájaro huía de las nubes mientras tú, señora en paracaídas, bajabas cautelosa al prado desde el cielo gris.

Posaste despacio los pies sobre verde y te acercaste a mí. Cuando te miré, de tu pecho salió un globo blanco lleno de helio, aprisa hacia arriba. Nunca llegué a entender ese instante, ni siquiera cuando comprobé que estabas desnuda y todo me pareció estupendo. Tampoco comprendí por qué, señora en pelotas, tu paracaídas había volado de vuelta a las nubes. Pero ya me habías cogido de la mano y paseábamos; lo demás importaba poco.

El viento te alborotaba el pelo, que enjaulaba tu cara con mechones castaños. Parpadeé algunas veces muy seguidas mientras te examinaba. Tu sonrisa me ruborizó, aunque no logré reconocer en ti a ninguna mujer: te habías acabado con los minutos, de paseo con otro fantasma. A mí me dio lo mismo, y seguí contándote cómo una señora en paracaídas bajó del cielo un día nublado.

Tuesday, November 13, 2007

Carta aleatoria


"Quizá no escribo en este blog porque los acontecimientos me saturan".

»Sería arrogante alegar que redacto demasiado bien, y que hacerlo tan a menudo atrofia mi habilidad. ¿Lo justo? Reconocer que soy un vago integral. Como N. del T., aclararte que tampoco soy tan huevón: sabes he conseguido acabar con todos los trámites en esta universidad de Illinois, a falta de la visa de estudiante; en un nuevo alarde de sociabilidad, he entablado cierta amistad con la japonesa (¡de Fukuoka!) y otros individuos, éstos con pasaporte estadounidense y de descendencia soviética; has podido comprobar que he engordadado algunas libras gracias al "oh, ¿seguro que no quieres una hamburguesa justo ahora?", algo que me hace sentir lleno de paz y de grasa... Bueno, esto en teoría eran justificaciones para matizar mi vagancia, pero tú, joven india, como sólo hablas inglés, un poco de francés y algo de alemán, te va a dar igual que diga una cosa u otra. Por cierto: cuando dices "muchas gracias" en español pareces Nat King Cole y sus malditas canciones navideñas. Pero esto creo que ya lo hemos comentado alguna vez.

»Que sepas que me estoy cociendo sin sentido con esa garrafa de vino blanco de cuatro litros que compramos en The Store por $8.99. Esto es la perdición. Mientras, tú, india, y Al, echáis un cigarro en la terraza; el pollo se asa en el horno y yo escribo en tu habitación con mi teclado altamente adaptado para hispanohablantes.

»...

Jueves, 8 de noviembre

◊ ◊ ◊

Ahora no queda casi nada por decir. Escucho Start wearing purple, de Gogol Bordello, y recuerdo fragmentos de Te manda saludos Dante, de Vila-Matas (satán vivo). Así, al tuntún, aleatoriamente, mientras tecleo en pijama.

Papá ha entrado en la habitación; se queja de que no he hecho la cama. Me enseña un papelito con un teléfono escrito a bolígrafo azul. Pienso que no me gusta la tinta azul mientras él ya cierra la puerta despacio, enfadado.

Monday, October 15, 2007

De madrugada


Ella se ducha mientras yo me emborracho deprisa con el vino que ofrecimos a los invitados dos días atrás. Me escuecen los ojos. Oigo el tren de fondo. Elevo la vista al techo de gotelé y pienso en la piel de nadie, la sangre de nada. No soy tan fuerte, pronuncio, y sigo bebiendo el yeso de mi copa; digo, el vino.

Ayer hice dos fotografías. En una de ellas, tres niños no logran ubicar su mirada mientras sus padres se emborrachan antes del partido de fútbol americano.

Thursday, October 11, 2007

Ocas


Las chicas eructaban sin pausa en la sala de estar. Comían pollo al curry sin despegar los ojos de la televisión. Fuera, las ocas sobrevolaban el estadio de fútbol emitiendo sonidos de goznes oxidados, vaticinando mi sufrimiento sentado en la taza del váter. Justo en aquel momento apreté la mandíbula odiando todo lo humano, con la vista clavada en el grifo del lavabo. Mandé al diablo las metas conseguidas en los últimos meses, pensé en algún macabro asesinato y sugerí desequilibrios mentales para los próximos años.

Al fin, la taza blanca amplificó el ruido cavernoso de una salpicadura ridícula. Relajé la mandíbula y abrí despacio los ojos. Sólo entonces creí oportuno salir del baño.

Cuando hube apagado la luz y entornado la puerta, vi el salón desierto. No había nadie en el sofá, pero el televisor estaba encendido: unos dibujos animados brillaban en la pantalla. Me restregué los ojos y me froté el cuello. Fui hasta la cocina como desorientado, abrí el frigorífico, desenrosqué el tapón de la botella de leche y olí su interior. Me entró una arcada y la botella se resbaló de mis manos y cayó al suelo. El cristal se fragmentó tranquilo en unos pocos pedazos. Mis pies permanecerían salpicados de leche para siempre.

Apenas respiré y me moví. Giré la cabeza hacia la televisión. Ahora pasaban un documental de unas ocas de Wisconsin que se relacionaban con humanos. Y pensé que mis pies se estaban helando con esa leche fría despersonalizada, parecida a la cara de una enfermera novata de un hospital de una gran ciudad. Tomé una gran bocanada de aire y volví a abrir la nevera con no poco esfuerzo, manteniendo mis piernas clavadas en el mismo lugar. Mi sorpresa fue mayúscula cuando descubrí que estaba vacía; hacía apenas unos segundos había rescatado la botella –ahora sin vida bajo mi sombra– de entre un vertedero consistente en lechuga, lonchas de pavo y latas de refresco con el porcentaje de azúcar protagonizando el cuadro de información nutricional.

Cerré la portezuela del frigorífico, me giré y despegué con cuidado los pies. Se oyó el tintineo de un par de cristales absurdos. Caminé despacio hasta la sala de estar. Alguien se había llevado el sillón y la butaca, la mesa decorada con recortes de periódicos y la horrible lámpara de Nook & Cranny. En toda la estancia sólo quedaba la televisión –desprovista incluso de la consola que la sostenía, donde también tragaba polvo el reproductor de VHS–, en la que un viejo de pelo blanco con gorra de béisbol y mentón llamativamente salido farfullaba algunas ideas vagas sobre el comportamiento de las ocas en pequeños núcleos urbanos.

Aquella misma tarde comenzó a llover. Cuando finalmente desaparecieron la sala de estar, mi habitación, la cocina e, incluso, los cristales y las huellas de leche repartidos por el suelo, me puse a mirar las gradas desiertas del campo de fútbol desde mi balcón –que probablemente ya se había esfumado–. Las ocas trazaban una ceja imperfecta en el cielo anaranjado. Y casi recé para no oír esas bisagras rechinar en el ocaso, las bisagras de las puertas que nunca son.

Monday, September 24, 2007

19:59

A veces, el lugar es tan insignificante que sirve como excusa para decisiones aún menos importantes.
Así que si vuelvo a escribir en este blog será desde otro país, lejos.

Saturday, September 22, 2007

Tercer intento de dejar el blog


Ésta es una balada para los tiempos modernos, me dije.

Aún no he salido de las tinieblas de los libros y dibujos: cuento trece días desde que pude recaer en el letargo, por fin, después de áridos trámites y deudas contraídas, consecuencias de mi relación con la sociedad.

Me estoy olvidando de hablar castellano. Sólo lo reconozco leído. Y cada vez que leo, observo las imágenes como en un sueño: básicamente, protagonizo las acciones, el encuadre es el mejor y no sufro las miserias derivadas de la realidad corporal del personaje. Así que quizá también esté perdiendo la capacidad de leer: cuando reparo en el acto de la lectura, siento que asesino palabra tras palabra y que la muerte de lo leído vaticina la matanza posterior.

Siempre termino con el libro envuelto en sangre. Mis manos tiemblan y pienso que no hay camino de vuelta.

Tuesday, September 11, 2007

Tú, té, adiós


Casi empecé el blog contigo.

Busqué todas tus fotos de internet (recuerdo una serie interminable de una entrevista que concediste en una edición del YIDFF), te dediqué varios fondos de pantalla que envié por correo electrónico a algunos amigos, nos sacamos una instantánea en la que no sonreímos más porque hacía un frío horrible incluso dentro del Civican. Me fasciné con tu amortización de El Jersey: en imágenes promocionales, charlas o en el mismísimo río Agano (seudónimo que utilicé para publicar en una revista) aparecía la prenda, como diciendo que iba a quedarse ahí para siempre.

Hablaba de tus pelos aleatorios con H., de que iría a Japón este año para verte en Yamagata y, mira tú qué estupidez, me voy a Estados Unidos y tú ya no estás. Me suscribí a la información del festival, pedí unos anuarios que nunca llegaron (de las ediciones en las que se proyectaron tus películas) y me propuse hablar japonés para ver si un día, de paseo por Tokyo, me juntaba con un tal Makoto Satô.

Con un tal Makoto Satô.

Wednesday, August 29, 2007

Decibelio mortal y rosa


Mido el aburrimiento en decibelios porque incluso me aburro de medirlo en tiempo. Y porque es una táctica más precisa: cuando se está entretenido, el oído selecciona los mejores registros sonoros del día y no deja lugar para el ruido. El sonido queda entonces confundido con el resto de percepciones sensoriales, también camufladas entre ellas. Sin embargo, el aburrimiento destapa un corral en el que faisanes, aviones y compresores rotativo-helicoidales ensayan una atronadora orquesta equivalente, donde la vida marcha a ritmo de teclados de periodistas. Uno repara entonces en la intensidad del sonido, en esa relación extraconyugal absurda entre aburrimiento y ruido, ambos sin pareja.

Por eso uno se divierte si no oye nada, porque todo es una borrachera multimedia. Cuando uno se aburre, resulta que ve, oye, toca, huele y es capaz de sacar cierto sabor a las cosas.

Mañana empezaré a medir el aburrimiento con fotonoticias.

Saturday, August 25, 2007

15 de agosto de 1947


Cariño, creo que he ganado. Después de caerme del elefante, me dijeron que había cruzado "satisfactoriamente" (declaración facilitada y patrocinada por Coca-Cola) la línea. Ahora tengo un fusil empujándome la nuca hacia el teclado. Pienso que por qué no me olvidé de este viaje a tiempo.

No sé si esta carta tiene algún sentido, pero prométeme que algún día montarás en elefante.

Thursday, August 23, 2007

Carrera de perros


Anteayer, cuando volvía a casa, me cayó una gota de agua de una gotera entre la gafa izquierda y el ojo. Tuve una revelación: que, cuando a la noche siguiente saliera a ese bar de drogadictos y prostitutas, conseguiría domesticar a un navajero dándole un abrazo. Justo en ese instante tendría otra revelación más: que esta mañana me pondría la alarma a las 12:23 y que abriría los ojos a las 12:22, miraría el despertador y, siguiendo el ritmo de los dos puntos parpadeantes entre el 12 y el 22, contaría 23 segundos hasta que el 22 se convirtiera en 23. La siguiente sería la revelación máxima.

Hace un rato, mirando la sección local del periódico donde trabajo, comprobaba que todo era cierto. Resacoso perdido, doliéndome el corazón, descubría que mañana Paulo Coelho cumple 60 años. Para mí no se alinearon los planetas ni se iluminó de morado mi séptimo chakra, pero Paulo, veía tu perilla blanca de sabio maestro por todas partes.

Dios, qué días de Adviento.

Wednesday, August 15, 2007

Desconexiones y otras ataduras de la mente


Hacía viento, escuchaba la parte allegro con fuoco de la Sinfonía nº9 en Mi menor, la "del Nuevo Mundo", y tenía ganas de hacer pis. Me sentía poderoso y cerca de los acentos de Dvořák, así que me paré en medio del polígono industrial, justo al lado de una planta de reciclaje, y me bajé la cremallera. Cerré fuerte los ojos y vi en las brumas de dentro de mis párpados a un señor gordo, borracho y con los dientes amarillos. Aquél no era Orson Welles, me dije, le faltaba el puro y los devaneos mentales. Pero el señor gordo combatía contra algo en la noche.

La música cambió, o fue mi cabeza la que me hizo pensar en soldados napoleónicos pegándose tiros educadamente. Todos eran franceses rubios y con bigotito fino, y exclamaban "¡oig!" cada vez que la metralla les destrozaba el pecho. Corrían cándidos hacia el enemigo, levantando patéticamente las rodillas casi hasta el pecho. Se oía el "oig, oig" y el sonido de los mosquetes en clave aguda. ¡Pero que se estaban matando!

Me miré las zapatillas y comprobé que me las había meado con la última metralla. Arrugué la nariz, dejé tonta la mano derecha y se me escapó un "¡oig!".

Sunday, August 12, 2007

Saturday, August 04, 2007

Bewildered


"Porque tu infancia fue desastrosa, feliz y desconcertante. Por eso hay un lugar para ti. Te esperamos".

Después de leer el cartel, pensé que podría ser sensato por una vez y entrar. Así que dí un par de caladas más al cigarrillo mirando la palabra desconcertante, me animé y resolví por empujar la puerta con los dedos. Sin embargo, enseguida retiré la mano y arqueé las cejas. Me asusté, pensé que aquello era un restringido club donde sólo me iban a hacer llorar. Además, seguro que había chinos jugando al mahjong sentados alrededor de una mesa redonda y roja, bebiendo maotai y fumando sin parar. Podría ser demasiado.

Empezó a llover, así que actué rápido: arranqué el cartel de papel, lo arrugué y me lo metí en la bragueta. A continuación me palpé la cara y me hundí los ojos con los dedos: yo aún seguía existiendo.

Thursday, July 26, 2007

Un azul cualquiera


A las seis de la mañana, hablando por teléfono; discutíamos sobre dinero. Yo sólo pensaba que el monto hacía un total de más de once mil dólares. "¿Quieres dejar de hablar así?", me gritó. Yo le contesté que las partidas de fondos destinadas a cubrir las mensualidades resultaban insuficientes. En ese momento, su voz se fundió con cientos de billetes que empezaron a salir de mi auricular; la cara pusilánime de Jackson me miraba una y otra vez, recordándome la viruela y los horrores en el campo de batalla. Mi habitación se llenó de enfermedades y guerras en forma de dinero, que salía caudaloso del teléfono.

Juro que no podía oír su voz, que la estaba perdiendo, que todo tenía que ver con un fallo en la línea telefónica, que nadie hablaba de dinero. Pero sonó el teléfono de nuevo y descolgué. ¿Diga?

Saturday, July 21, 2007

: (dos puntos)


Busqué lo que pude y evité todas las descripciones: fui a los hechos, que minaron mi capacidad de raciocinio, y te hice feliz. Me convertí en ese periodista mediocre que amas, el que transforma el contexto en acción, el que cuenta una historia absurda de la manera más maravillosa: ese periodista mediocre que odias. Cuando consigas rascarte todas tus circunstancias, puede que veas una realidad minúscula y noticiable. Pero yo no estaré allí: daré vueltas a tu alrededor recogiendo las mondaduras de circunstancias, sudando, con mi sombrero de paja y preguntándome por qué me rechazas.

Saturday, July 14, 2007

Hay fuego en el hospital


"No sé por qué estás así, lo tienes todo".

Y en ese momento sacude la cabeza y vuelve sobre la arena, contemplando sus dominios. El sol le levanta la piel; le salen unas ampollas horribles. No puede escapar de la misma imagen de siempre: el desierto, las tres estacas y los dos beduinos que aparecen y desaparecen a lo lejos. El calor, también el calor. Lo tenía todo.

Thursday, July 12, 2007

Relay runner


Ahora miro la pantalla brillante del portátil mientras escucho Chinese translation de Matt Ward una y otra vez. En el trabajo me he quedado mirando a una compañera, sudamericana, de tetas grandes y cariñosas, que se ponía nerviosa cuando cruzábamos la mirada. No sé cómo podría haberle explicado que estaba aburrido y que sólo quería dormir. Entonces terminé lo que pedía el oficio y subí al autobús. Me enamoré de la chófer, que lamía un chupa-chups. El mundo sería suyo, pensé, con esas gafas de sol, esa sonrisa de medio lado y ese escote interminable.

Atardecía. Siempre que voy a casa (porque nunca vuelvo) y se esconde el sol, soy testigo de una estampa perfecta: el pasado y el futuro, nunca acontecidos, en una fotografía fruto de un traspiés temporal. Conseguí levantar una sonrisa lánguida.

Justo en este momento huele a pólvora de fuegos artificiales. Todo ha pasado, vuelvo a bostezar.

Tuesday, July 10, 2007

Locus amoenus


Después de escribir cuatro entradas durante estas dos últimas semanas, borradas justo antes de publicarse, no me queda nada por decir. Bueno, si las borré es porque tampoco tenía nada que decir entonces y lo que escribía era puro pedaleo circular.

Ahora que caigo, no estoy más que justificando mi nada con más palabras de dudosa utilidad: ¿hablaba de pedaleo circular? No sé si Fondriest, Chiapucci o Rominger pedalearon por mí demasiados años.

Thursday, June 28, 2007

La fábrica de sueños


Prometo que seré un fracasado, prometo que lloraré por teléfono. Te sonreiré al ver el desierto, señalaré el horizonte y te diré que no existe porque también está hecho de arena. Todo es desierto, cariño, un muro de dunas interminable. Y no hago más que releer lo de los cazas sirios hacia los Altos del Golán. Qué triste es todo, pero ni siquiera se me salta una lágrima.

Nos estás volviendo locos, hija de puta.

Wednesday, June 27, 2007

Para la mamá de Inqui


Si tú supieras. Siempre escucho South of the border cantada por Patsy Cline: lo hace mucho más lastimero. Enseguida me imagino el desierto, el mediodía y las cigarras, y Carolina morning de Hopper. A veces pienso lo de qué estúpidas ansias de libertad.

Cuando miro por la ventana, lo primero que veo son las marcas de las gotas de lluvia en el cristal. Luego, sin querer, todo me parece equivalente y fruto de la precipitación, no sé de cuál. Y fabrico frases cortas para explicarme. Qué viejo, me digo. De nuevo, miles de imágenes aparecen en mi cerebro: son perfectas y ágiles, pero inevitablemente aleatorias. Yo tampoco entiendo nada, y me canso.

Monday, June 25, 2007

De título homónimo


२० --------------------------------------------------------------------------------
Nunca pasó nada aquí [20]. En realidad, H.Q. Industria quiso abrazarme dentro de mi Ford [19]; las madres asustadizas iban en pelota picada por la calle (unas frescas, lo que yo te dije), y nada de tener miedo a que hablaran del alcoholismo de sus hijas [18]; todo lo que cuento es verdad [17]; Edgar fue un niño con un timbre de voz normal que gozó de una infancia feliz [16]; joder, sí, estuve a punto de mearme en una academia militar [15]; "Cof, cof", sugirió Helmut [14]; no hay enano que por bien no venga, o algo así (¿?) [13]; desde que desayuné el Día D Huevos Fritos HF soy el Inútil I en la Ciudad C [12]; la palabra clave era sarasa [11]; el hámster era todo un atleta [10], y él y el pájaro [9] se casaron y tuvieron hamspollos, que no pollámsters (yo me abstengo de la gracieta, joven); la chica no lo arregló jamás [8]; no tengo ni idea de qué decir sobre el del yeso [7]; aquel niño fue el que me condenó a escribir este interminable post [6]; si Mousiké lo leyera... pero nada que ver, ¿eh? [5]; al anciano le faltó el aire, allí mismo, clavándome sus ojos translúcidos [4]; por aquellas idas y venidas en coche entre Missouri e Illinois [3]; probé el café a la edad de 21 años, seis meses y nueve días [2]; cutre al revés es Ertuc, seguro que futuro futbolista rumano de renombre internacional [1].

Dios, qué hastío.

१९ ---------------------------------------------------------------------------------
Una vez conocí a un tipo. Se llamaba H.Q. Industria. Vete a saber qué quería decir la hache, y menos aún la cu. Yo le llamaba Industria de todos modos.

Nos conocimos en un campo de girasoles: yo conducía bebido y debió ser que me cansé de ver mi coche rodar por la carretera. Dí un volantazo, crucé las manos detrás de la cabeza y sonreí de forma estúpida mientras oía el violento frfrfr de los girasoles golpeando la parte delantera del Ford. En un momento dado, también fruto de una decisión aleatoria, dejé de acelerar. A los pocos segundos me quedé parado en medio de girasoles. Bajé un poco la venanilla pero me pareció mala idea, así que enseguida la subí. No tenía nada que hacer salvo arrancar y volver sobre mis pasos, pero oh, dios aleatorio, no tenía ganas. "Preferiría no hacerlo". Y mientras me reía del pobre Bartleby, oí venir a alguien de entre los girasoles: cuando me quise dar cuenta, H.Q. Industria ya había roto de un puñetazo el parabrisas.

१८ ---------------------------------------------------------------------------------
Yo también se lo oí decir a alguien en la calle, era como una epidemia: las mujeres se giraban asustadas creyendo escucharlo, gritaban desesperadas, se cubrían la cabeza con pañuelos negros y se ponían gafas de sol para no ser reconocidas.

En aquella ciudad, las madres ya no mintieron más. Dejaron de proteger para protegerse ellas mismas. Esa voz a través del teléfono les taladraba la cabeza. Y él sólo lo dijo una vez: "Señora, que su hija no está mala, ¡lo que tiene es resaca!". Ahora, esa señora, la que escuchó por primera vez la voz, vuelve a oír de él: "Piratas del Caribe 3 es un pestiño de 3 horas de duración". La especie humana vuelve a tener miedo.

[Entrecomillados, hablados y escritos, robados sin permiso. Se sepa disculpar, señor(a).]

१७ ---------------------------------------------------------------------------------
Hay veces que no salen textos, sino secuencias. Las palabras resultan entonces una condena insufrible y las imágenes no son suficientes para mostrar algo que se debería haber vivido para saberlo. Lo que aquí se escribe es, entonces, ignorancia; la manera de contarlo, torpe.

Sin embargo, aún me quedan fuerzas para seguir mintiendo mal.

१६ ---------------------------------------------------------------------------------
El parto fue natural. La cabeza parecía que le estallaba. Comenzó a llorar cuando una ráfaga de viento entró por la ventana del paritorio. La brisa se coló por su garganta mientras le cortaban el cordón umbilical, y el llanto le salió ronco. Los padres se miraron y, casi al unísono, dijeron: "Bien, se llamará Edgar".

No había ido ningún familiar al nacimiento de Edgar. Dos minutos después, la madre pidió a la enfermera que quería estar a solas con su marido. El padre encendió un cigarrillo y le dio una calada a la madre. Edgar parpadeaba trabajosamente entre toallas, mirando. El padre se encogió de hombros mientras volvía a la ventana con el pitillo en la mano. Se giró un segundo, eso fue, un segundo, y vio a su mujer expulsar el humo. Apoyó las manos en el alféizar, miró al cielo y el sol le hizo contraer el gesto. Bajó la mirada y se vio la camisa demasiado arrugada. Qué diablos, había visto nacer a Edgar.

La madre sudaba. Edgar era un bebé feo, con demasiado pelo negro por toda la cara. Pero al menos no molestaba demasiado. La mujer suspiró y giró la cabeza hacia la puerta de la habitación, la enfermera se la había dejado abierta. Fuera había unos sillones grises y un acuario con un par de peces. Y un viejo gordo sentado.

Ella vio primero los zapatos negros, que bien podían ser de hace treinta años, pues el lustre era imposible de recuperar; los calcetines trataban de ser blancos pero sin fortuna: se quedaban en en una especie de beis polvoriento; los pantalones de traje, negros y arrugadísimos, con la bragueta abierta; las manos en tensión apuntando hacia los bolsillos; y una americana raída, triste y probablemente colgada en todos los locales nocturnos de la ciudad. El agua del acuario emborronaba la cara del viejo. A pesar de ello, consigió encontrar sus ojos de sapo, que la miraban fijamente. Antes de que un pez pasara por delante de su nariz excesiva, se dio cuenta de que el anciano tenía la cara anormalmente morada. Todo era horrible. Y la mujer chilló.

El padre tiró el cigarrillo por la ventana y se giró bruscamente; la enfermera llegó corriendo y tropezó con una de las jambas de la puerta, cayendo al suelo; Edgar echó la cabeza para atrás lo máximo que le permitía su flexible cuello; uno de los peces murió y el otro dejó una estela de burbujas tras de sí. El viejo entreabrió la boca, fabricó un sonido extraño y salió de la maternidad.

१५ --------------------------------------------------------------------------------
La historia de un perdedor. Bueno, más bien de un hombre serio, que además trata de aparentarlo y que no lo consigue. Al final resulta ridículo, pues tampoco logra actuar con el porcentaje de gravedad que desearía. Y siempre, en el peor momento de todos, pronuncia eso de "¿el servicio de caballeros?".

La última vez estuvo de visita en una academia militar. El tentempié de bienvenida le había dejado en una situación urinaria angustiosa: durante horas pensó en manantiales, en caudalosos ríos, en descensos de rápidos e incluso en aborígenes amazónicos construyendo una canoa de madera. Mientras, veían las habitaciones de los aspirantes a oficial (estancias de "confort adecuado", según el guía) donde sobraba todo salvo la cama. Luego bajaron unas escaleras cuadriculadas con el pelo cortado a cepillo y llegaron a las puertas del salón de actos. Allí había baño, allí existía el cielo.

Se lavaba un poco las manos cuando oyó cerrar con llave el portón que daba al pasillo, así que no se secó y salió corriendo hacia la salida, ya dramáticamente cerrada. El grupo había abandonado el salón de actos para siempre y él iba a ser el único ser vivo en aquel patio de butacas a oscuras. Con la luz apagada, sereno y perdedor, comenzó a dar golpecitos en uno de los cuadrados de cristal de la puerta, que tenía muchos. Y así, para no aburrirse, fue turnando los golpes entre los cuadrados mediante un sistema aleatorio. De repente oyó pasos acelerados detrás, en el pasillo, donde había luz, paredes beis y militares: una señora de la limpieza. Muda.

No conseguía entenderse con la mujer, que chillaba y se aproximaba a los cristales cuadrados. Él retrocedió con un poco de miedo, fruto de ver las encías de la muda vibrar bajo unos ojos demasiado vidriosos y fuera de sus órbitas. Dijo que estaba tranquilo, que le gustaba la oscuridad, que no se preocupara, que esperaría detrás de la puerta. La señora echó a correr violentamente; diez minutos después expulsaba babas de emoción agarrada al militar que giraba la llave.

Entornó los ojos al salir al pasillo. Vio al resto del grupo esperando con expresión graciosa en la cara. Enseguida cayó en la cuenta: a ellos también les habría gustado ir al baño.

१४ --------------------------------------------------------------------------------
Cuando escribir se convierte en el relato de mi propio desinterés y fascinación continua: una amable señora en forma de contradicción que limita mis palabras, reblandeciendo cualquier oportunidad de mantenerme firme en algo.

Y en mi cabeza no hay nada más que los tiempos modernos que pasan y se miman deprisa. ¿Tienes algo para la tos?

१३ --------------------------------------------------------------------------------
Tenía que agacharse para cruzar el umbral de las puertas. Y los cruzaba a diario. Hace unos meses entró en un edificio lleno de aulas donde se trataban adicciones a diversas cosas: a la risa, a los palíndromos, a ir al baño, etcétera. Había de todo.

Él entró a una, no recuerdo cuál. La habitación estaba a oscuras y, después de agachar la cabeza, separó el brazo derecho de su cuerpo y tanteó la pared en busca de un interruptor: enseguida se hizo la luz. El aire cargado del aula le hizo contraer la cara. No había ninguna silla o algo que se le pareciera. Sólo al fondo, apoyado en la pared, permanecía un enano. Era calvo y vestía ropa ridícula.

Cuando dio un paso para cruzar el umbral de la puerta, el enano lo miró con unos ojos enormes y una sonrisa que enseñaba todos los dientes. De improviso, el enano corrió hacia él. No tuvo tiempo de reaccionar: lo tenía justo delante, a la altura de su cintura, con la misma sonrisa desagradable. Y le agarraba tan fuerte la entrepierna que su voz falló. El enano le clavaba los ojos en los suyos, el sudor le brillaba en la frente, los dientes en línea.

No sé si se enamoraron, pero ninguno de los dos se movió de aquel umbral en medio de la nada, torturándose y mirándose a los ojos.

१२ --------------------------------------------------------------------------------
Carta desde el destierro: cariño, te escribo desde el destierro. Este lugar está bastante bien, no hay casi nadie, veo a dos beduinos a lo lejos. Aquí no tengo taras ni nadie que me haga tenerlas. Pero echo en falta tus problemas, necesito problemas.

Me acuerdo de que un día te dije que no sabías hacer huevos fritos sin que te oliera el pelo a restaurante barato y te enfadaste, incluso se lo contaste a tu madre. Ella me miró mal: todo el cariño almacenado en tres años se esfumó en unos segundos de mirada. Tú subiste para arreglarte y tardaste un poco más de lo habitual. Te habías peinado horrible, ¿qué hiciste? Salimos de casa, no me despedí de tu madre, vimos escaparates y tomamos café. No dijimos nada durante todo el rato. Ojalá no desayunáramos huevos.

Aquí insisten en que pruebe las albóndigas de camello. Trato de explicarles que quiero oler a huevos fritos, que quiero hastío, que quiero problemas. Y ellos no hacen nada salvo dejarme por caso perdido, abandonando mis taras. Me siento meridional, cariño... y no sé qué hago desde el destierro.

११ --------------------------------------------------------------------------------
Sr. X: -Cutre y Ruina son amigos, imbéciles y futuros reponedores de supermercado.
Sr. Y: -Coincido.
Sr. X: -Pues los he visto besarse.
Sr. Y: -Entonces no son amigos-amigos.
Sr. X: -Pero son imbéciles.
Sr. Y: -¿Qué tiene que ver eso ahora?
Sr. X: -¿Qué mas da si lo son?
Sr. Y: -Yo soy reponedor de supermercado.
Sr. X: -¿Te besas con ellos?
Sr. Y: -Soy otra clase de imbécil.
Sr. X: -¿Eres un poquillo sarasa, campeón?
Sr. Y: -Prefiero reponer cajas de zumo de piña.

१० --------------------------------------------------------------------------------
Prometo que fue horrible, sangrante. Estuve cerca de morir de aburrimiento, allí, dos meses entre intelectuales. Nada de gafitas ni calvas relucientes, sino unos pelos realmente llamativos y unas tristísimas camisetas de "Salvar la adormidera". Me callé. Al parecer lo de defender algo les importaba. Yo iba de tonos oscuros todos los días y casi sonándome los mocos con las ojeras.

No sé qué estuvimos hablando durante aquellos dos meses. Sólo recuerdo que fuera de la sala donde solíamos reunirnos hacía mucho frío y que al lado de la máquina de café había un hámster enjaulado, tan gordo que no se podía mover. Todas las mañanas me quedaba un rato mirándolo, siguiendo el arriba y abajo de su panza peluda; aquel ruidito de la respiración. Y metía el dedo meñique entre los barrotes oxidados y él lo miraba. Un día se me ocurrió llevar harina y echársela al hámster por encima hasta enterrarlo, pero me dije que era un gordo digno y que me gustaba pensar que se pudiera comer hasta las adormideras. Vivió, vivió.

९ ---------------------------------------------------------------------------------
Antes de subir las escaleras, se agarra con la mano derecha a la barandilla y echa la cabeza para atrás hasta que nota el pelo en su nuca. Cuando flexiona la pierna derecha para salvar el primer escalón, recuerda el trato frío de las instituciones, el relleno de su perro de peluche sin un brazo, el culo enorme de la mexicana que limpiaba los baños del aeropuerto, los dientes planos de aquel viejo que parecía un oompa loompa, el desarraigo como concepto y sus lloriqueos con el viento secándole las lágrimas oh y las hojas del otoño cayendo Dios qué tristeza oh y la incomprensión oh mis llantos. Entonces, justo después de recordar el último suspiro, le da miedo y echa la pierna para atrás. Le entra un escalofrío, eructa flojo y se le nubla un poco la vista.

Camina pesadamente a la cocina, mira las marcas de los dedos grasientos al lado del asa de la puerta del frigorífico y desiste. Vuelve sobre sus pasos, hacia las escaleras. No se atreve a levantar la pierna o no se acuerda. Se le tuercen los ojos, finge un ataque epiléptico, se tira al suelo vamos qué circo no tiene sentido venga por favor y se rasca la axila, buscando su relleno de pelusa.

Pero lo más que salió fue un pájaro contrahecho, medio ahogado y suplicando morir.

८ ---------------------------------------------------------------------------------
Tiro de la cadena del váter, me lavo las manos y salgo a la habitación. Estás sentada en la cama mirando a la izquierda y a punto de resoplar.

Cariño, déjame que lo arregle. Se me saltan las lágrimas mientras te lo digo, cariño. Cariño. Venga, te besuqueo y te meto sin querer la lengua por la nariz; espero que no te importe, sabes que voy a la desesperada, cariño. Creo que te acaricio demasiado fuerte el cuello, te tiro del pelo y a ti parece que te da igual. Estás preciosa, cariño, te quiero. Sollozo dentro de tu boca, pero aguanto para seguir besándote. Ahora voy por tu cuello. Es patético, cariño: dejo un rastro deprimente de babas y mocos. Sé que no me soportas; ¿te he dicho que te quiero, cariño? Claro, está bien si te vas a casa dentro de un momento, haremos lo que tú digas. Pero déjame que lo arregle, cariño.

Besándote el cuello lamo mis propios mocos. No me castigues, cariño. Me muero. Estás preciosa, cariño.

७ --------------------------------------------------------------------------------
Se aburría. Veía lodo por todas partes, así que vació su casa de muebles, libros y comida. Pintó de nuevo las paredes de blanco y, cuando se secaron, eligió una esquina. Allí se sentó tanto tiempo que el yeso le cubrió el cuerpo.

Sigue con los ojos cerrados. Y aún se le ve la bragueta abierta.

६ ---------------------------------------------------------------------------------
"Podía ver la sangre fluir, podía ver la sangre fluir". Enloqueció pronunciándolo todos los días a la salida del colegio. Era una especie de rito, se lo tomaba en serio: cuando estuvo enfermo bajó a la calle con la bata de casa y el vaso de leche, caminó hasta el colegio y a la salida, asustando a madres y perros, lo dijo sin mucho miramiento. Un perro se desmayó y a una madre le crecieron ojeras.

५ ---------------------------------------------------------------------------------
La criada: un hombre de 58 años, gordo pero de extremidades sutiles y vergonzosas, con una especie de pelusilla blanca y uniforme como pelo, barba poblada y cara de sufrir algunas decenas de vejaciones al día.

Los señores disertaban borrachos en el salón, sentados en los sillones de orejas. El brandy les quemaba las bocas y los fonemas amorfos que salían de ellas. El anfitrión llamó a voces a la criada, que entró arrastrándose por la alfombra haciendo no sé qué reverencias. Le ordenó que se pusiera en medio de ellos. Y así le dijo: "Tú, Jorge, la del cutis fino: si tu ojo izquierdo fuera un ojal y tu ojo derecho un botón, te los ataría para que fueras mi cíclope favorito. Y te amaría día y noche". La criada parpadeó, tosió, fue a decir algo, pero sólo se restregó los ojos.

४ ---------------------------------------------------------------------------------
Y yo estaba ahí en medio. El viejo se ponía morado y en cada tos parecía que se le iban a salir todos los alveolos de golpe, como si fuera un esturión diciendo adiós a sus huevas. El asunto era jodido, y apreté los labios hacia dentro y luego alcé las cejas con gesto preocupado cuando la hija vino con el vaso de agua y me miró. Qué vaso de agua ni qué narices, pensé, el viejo necesitaba expulsar sus huevas.

La familia rodeaba al abuelo; yo seguía pensando en peces y en mágicas escenas de pesca. Las toses se silenciaron y el griterío dio paso a la calma y después a comentarios estándar sobre la salud del anciano. Mi cabeza iba a estallar y el viejo había decidido no dar más espectáculo. "¿Y las huevas?", murmuré. Entonces él terminó su vaso de agua, lo separó de sus labios, me miró y, con unas lágrimas sin importancia en sus pómulos, me sonrió.

३ ---------------------------------------------------------------------------------
Este viaje me está matando. El sol se oculta tras las montañas en unos segundos y no me da tiempo a decirle a mi perro lo de qué bello atardecer. Ni si quiera un uy, la luz rojiza (¿te acuerdas de aquella tarde en la costa de Liguria occidental, cariño?) se refleja en tu Cutty Sark. Cuarenta segundos para estornudar, darle un trago al café y bostezar mientras los ojos lloran; para parpadear once veces, sonreír notando que se resquebrajan los labios y, finalmente, ladrar "qué bonito" mientras mi perro conduce. Yo sólo soy el copiloto que ladra. El sol ya ha desaparecido.

En Liguria occidental, cariño, al lado del mar. En aquel hotel de Sanremo que aceptaba perros. "Guau", le dije al botones; "oye, monada", me contestó. ¿No te acuerdas, cariño? El sol tardó años en esconderse tras el mar. Tú sólo bebías whisky con una pose perruna envidiable. Sacaste lo peor de ti. A partir de ese momento fui tu copiloto y tu perro.

२ ---------------------------------------------------------------------------------
Y más cosas que se podrían añadir a este post del futuro, siempre en construcción. Escribo desde 2010, habiendo tecleado con pena y Jolgoria (afamada mujer de Jolgorio) durante cuatro años en este rincón de internet. Digo que hoy, 10 de octubre de 2010 a las 10:10 a.m., está completamente nublado; un GMC no termina de arrancar ahí fuera; vuelvo a tener ganas de ir al baño. Una camarera más bien de teta escueta (nada de pechugas fílmicas) me acaba de sonreír detrás de la barra. Yo sólo trato de beber café sin poner caras.

De camino a Chattanooga, Tennessee. A ver el percal.

१ ---------------------------------------------------------------------------------
Cutre.

Saturday, March 03, 2007

Querido Andrei:


Algunas cosas para la historia (después de un festival de documentales):
-Farfullar "joder, menos comida pringosa y más gin-tonic intelectual" mientras Carlos Muguiro se pone la gabardina a tu lado. Te mira y abre los ojos.
-Sospechar que Vartanov lleva un cinturón de explosivos en su tronco/colchón: dividido en celdas, blando y plano a la vez; eso no es una panza.
-Una rusa que se hace fotos de sus tetillas colgantes. Y las publica en internet y trabaja en Nueva York, quizá aún no tenga mascota.
- Directores, productores, etcétera que sufren socialmente las mismas consecuencias que sus documentales.
- Que el festival se repite el año que viene.

Tuesday, February 20, 2007

Patricio no es un limaco


El concepto de grupo es monstruoso. Los grupos son limacos sonrientes. La voz individual queda como una especie de "moo" ronco y festivo. No funcionan, actúan por debajo de sus posibilidades y todos son amigos hasta que se demuestra lo contrario (se demuestra de manera asombrosamente sencilla). Por eso me fijé en Patricio. Abuelo, que sube al tejado de uralita, que si quieres que te ayude con los sombreros, le avisas, pero que no le molestes mientras descansa. Ya sabe que las telas se secarán, pero no de qué color serán esta semana.
Una de las mejores cosas de Buenos Aires: ver a Patricio corretear por su tejado y ayudar a poner al sol los sombreros que hacía su abuelo. Casi se me saltaron las lágrimas cuando en la laundry de San Martín 927 se equivocaron y me pusieron Patricio en el comprobante.

Thursday, February 15, 2007

Agárrame a esa pájara


Me surgió cuando empecé a leer "El libro de las ilusiones" de Paul Auster. No le tengo un amor especial al escritor, y menos cuando uno descubre la similitud entre las manchas de Tooru Okada y Alma Grund, entre la turbia/extraña personalidad de las hermanas Kanoo, sobre todo de Malta, y la de Grund. Ni que decir tiene que Murakami en "Crónica del pájaro que da cuerda al mundo" resulta mucho más fino y su oniric world tan adictivo que es inevitable la comparación y la posterior victoria de H. sobre P. Paul, qué bien escribes; Haruki, cómo me encantas.
Eso, me dije, era una buena excusa para resucitar de nuevo el blog. Lo del parelilsmo, etcétera. Pero ahora no acabo muy convencido. El otro argumento que tenía preparado era un sudoroso y deshilachado grito contra algo; ya ni me acuerdo. Estoy hecho un cromo, tengo el pelo grasiento y los agujeros de mi chándal alcanzan una extensión conjunta de dos acres.

Friday, January 26, 2007

Globo (adiós, blog. Blogo.)


Básicamente, desinterés.
(El pequeño Brian en las navidades de hace dos años. Y haciendo tuturuturú como nadie.)

Friday, January 19, 2007

The oompa loompa


No hay nada que hacer. ¿Dónde está eso del ocio individual? Si pensabas que en los centros cívicos que surgen como setas en esta meca de la ancianidad iba a haber alguna plaza libre para tu disfrute, yerras. La epidermis septuagenaria cubre como una lona la piscina, el spa/balneario/ducha robótica o robot-que-te-ducha (vicioso que es uno), los cursos de artesanía en plata (¿?) y las salas de baile, sobre todo las salas de baile. Y la vieja de turno tirándole los tejos al monitor: "No, qué va, llevo toda la vida bailando", mientras se le saltan las lágrimas por la presión de la faja/maldice el día en que se puso esos jodidos tacones.
Fue una vez. Una. Social, pin, pan, tururú, centro cívico y salud vecinal. No, se me adelantó una vez más la Tropa Goofy ya parapetada con el gorro de natación, las chancletas y la toalla de aquel inolvidable viaje en Vibasa. Voy a ponerme greñudo y quinceañero, sí, para decir "los viejos no molan, primo". Yo creo que lo que les gusta (a mí también, para qué nos vamos a engañar) es tener la cartera a reventar de tarjeticas de colores de clubes, de bibliotecas extrañas del sur (en Sevilla me dijeron que, como no me plastificara el carné, no me dejaban sacar más libros) y de algo que aporte cierto caché o estatus.
A la mierda.

Sunday, January 14, 2007

Prometo no mearme más en este blog


Camina encogida. El abrigo no se le mueve nada, los brazos desembocan tensos en los bolsillos. Cada paso es medido: uno termina y el otro empieza, y así sucesivamente.
Hace frío en la calle. Lleva la bufanda y los guantes. Se cruza con otra mujer que también lleva una bufanda y unos guantes. Las dos levantan la vista, se miran y exhalan al mismo tiempo:
Ella murmura: "Mi hijo se ha meado esta noche en la cama".
La otra mujer murmura: "Mi hijo no sabe mear solo".

El problema de mear.

Saturday, January 13, 2007

Vale


Vale, se va, entra al baño, sube la tapa del váter, mea mientras ella le peina, ahorran tiempo, se sube la bragueta, dejan cepillo y baño; baja a la calle, entra al bar, bebe cerveza, habla con gente mientras ella le peina, ahorran tiempo, se le baja la bragueta, dejan peine y dignidad; se duerme, sueña con un río marrón, no se despierta, nadie le peina para ganar tiempo, se le olvidan cremalleras y botones, no deja de hablar.

Vale, no entiende nada, absolutamente nada.

By the name of Freddie


"Hey, chap, your sausage is really small!", me saluda Elena Nash, una inglesita que sabe acerca de mi problema de timidez. Por cierto, que me he cambiado de nombre: me llamo Haroon Boughner (Haroon, el personaje que faltó en Las crónicas de Narnia o el hermano sin pelo de Chewbacca). En la información leo el inseparable tándem "enlarge-penis", además de otras grandes palabras como "available" y "weenie". Entonces me viene a la cabeza la canción Itsy bitsy teenie weenie yellow polka-dot bikini, que al parecer ha utilizado Yoplait para una de sus últimas campañas en Estados Unidos.
El resto de las líneas farfullan sobre un hombre entregado a no sé qué brazos hinchados con una sonrisa de loco enfermo. Luego, que los tres prisioneros caminan cabizbajos hacia el monte Golgotha, que alguien estornuda y que otro alguien se da cuenta de que no está seguro.
Yo tengo la bragueta abierta, Elena.

Thursday, January 11, 2007

नमस्ते


Un pato, cínico pato, gritaba en el jardín. Otro pato, estúpido pato, lo oyó, se acercó y también gritó. Pato por cínico y pato por estúpido gritaron una eternidad, hasta que pato cínico se calló. Pato estúpido lo imitó, pato cínico lo miró y pato estúpido sonrió.
Pato cínico: -Me voy a mi casa. Mía.
Pato estúpido: -Pato de mierda.
Pato cínico: -Pato.
Pato cínico se fue a su casa. Pato estúpido gritó "pato de mierda" y otros patos estúpidos lo imitaron. Nunca consiguieron callarse.

Monday, January 08, 2007

La minúscula acuarela nórdica de Bartleby


Hace casi dos años. Los dos estábamos allí, muertos de cansancio y con una cerveza en la mano. Era la primera vez que entrábamos; quizá no, pero nos sentíamos igual de ajenos y asqueados que como si fuéramos neófitos: dos viejos deseando el Apocalipsis, en un banquito y despachando contra el lujo y poderío propio de una discoteca de capial de provincia. Y venga, yo te invito, no, quita, quita, ésta la pago yo, mira, ¡buah!, me faltan dos euros, ¿ves?, te lo dije. Nada: un par (o tres, no recuerdo) de tercios por cabeza.
Nos encontramos después de su concierto. Me gustó bastante, por cierto, concierto con acierto. El caso, que nos sentamos a charlar en medio de aquel bullicio. Música y libros, 4:00 a.m.. Acabamos por alabar a Bob Dylan y al amigo Carver, y hablamos de las letras de sus canciones y de que yo escribía poemas o cosas raras que no sabía de qué género eran hijas (naturales o bastardas).
Este sábado, en mi novia Babelia; allí lo veo otra vez. De Acuarela, Abel Hernández. Entonces encabezaba Migala; ahora publicará Supervivencia de Houellebecq.
A propósito: Pepo Paz (cuanta pe en tres papalabras, papapá), de Bartleby, se escribe regularmente con Tess Gallagher. Una monada. La situación. Bueno, los dos.

Friday, January 05, 2007

Mercenarios


Dos niñas, un axolotl y un gigantosaurio. La almohada le engulle el sudor y los cuatro lo miran desde el techo. Una de las niña le dice: "Mira el amor, mira el amor". Mientras, la otra sufre una combustión espontánea. El axolotl clava sus ojos en los de él y el gigantosaurio se va a dar un paseo. "A pasear, a pasear", le traduce la niña del amor; de la otra sólo queda un montón de plástico quemado.
El gigantosaurio se cimbrea, el axolotl tuerce los ojos y la niña sólo acierta a repetir "¿tienes sed, tienes sed?". Y él se hunde en la cama. Huele a gasolina (benzina, nafta, qué más da). El techo es fuego, mejor echar un trago de anticongelante y olvidarse de niñas, cimbreadores y larvas de cuento. Error: el monstruo verde le sonríe; al axolotl le sale barba, manos gigantes y voz de Habermas ; y la niña le da un abrazo y le silba El puente sobre el río Kwai al oído.
Los desechos calcinados de la otra niña resurgen, toman forma de diapasón y vibran: "Te necesito".
"Y vio todo lo que había hecho, y he aquí que todo estaba bien".
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