Friday, January 26, 2007

Globo (adiós, blog. Blogo.)


Básicamente, desinterés.
(El pequeño Brian en las navidades de hace dos años. Y haciendo tuturuturú como nadie.)

Friday, January 19, 2007

The oompa loompa


No hay nada que hacer. ¿Dónde está eso del ocio individual? Si pensabas que en los centros cívicos que surgen como setas en esta meca de la ancianidad iba a haber alguna plaza libre para tu disfrute, yerras. La epidermis septuagenaria cubre como una lona la piscina, el spa/balneario/ducha robótica o robot-que-te-ducha (vicioso que es uno), los cursos de artesanía en plata (¿?) y las salas de baile, sobre todo las salas de baile. Y la vieja de turno tirándole los tejos al monitor: "No, qué va, llevo toda la vida bailando", mientras se le saltan las lágrimas por la presión de la faja/maldice el día en que se puso esos jodidos tacones.
Fue una vez. Una. Social, pin, pan, tururú, centro cívico y salud vecinal. No, se me adelantó una vez más la Tropa Goofy ya parapetada con el gorro de natación, las chancletas y la toalla de aquel inolvidable viaje en Vibasa. Voy a ponerme greñudo y quinceañero, sí, para decir "los viejos no molan, primo". Yo creo que lo que les gusta (a mí también, para qué nos vamos a engañar) es tener la cartera a reventar de tarjeticas de colores de clubes, de bibliotecas extrañas del sur (en Sevilla me dijeron que, como no me plastificara el carné, no me dejaban sacar más libros) y de algo que aporte cierto caché o estatus.
A la mierda.

Sunday, January 14, 2007

Prometo no mearme más en este blog


Camina encogida. El abrigo no se le mueve nada, los brazos desembocan tensos en los bolsillos. Cada paso es medido: uno termina y el otro empieza, y así sucesivamente.
Hace frío en la calle. Lleva la bufanda y los guantes. Se cruza con otra mujer que también lleva una bufanda y unos guantes. Las dos levantan la vista, se miran y exhalan al mismo tiempo:
Ella murmura: "Mi hijo se ha meado esta noche en la cama".
La otra mujer murmura: "Mi hijo no sabe mear solo".

El problema de mear.

Saturday, January 13, 2007

Vale


Vale, se va, entra al baño, sube la tapa del váter, mea mientras ella le peina, ahorran tiempo, se sube la bragueta, dejan cepillo y baño; baja a la calle, entra al bar, bebe cerveza, habla con gente mientras ella le peina, ahorran tiempo, se le baja la bragueta, dejan peine y dignidad; se duerme, sueña con un río marrón, no se despierta, nadie le peina para ganar tiempo, se le olvidan cremalleras y botones, no deja de hablar.

Vale, no entiende nada, absolutamente nada.

By the name of Freddie


"Hey, chap, your sausage is really small!", me saluda Elena Nash, una inglesita que sabe acerca de mi problema de timidez. Por cierto, que me he cambiado de nombre: me llamo Haroon Boughner (Haroon, el personaje que faltó en Las crónicas de Narnia o el hermano sin pelo de Chewbacca). En la información leo el inseparable tándem "enlarge-penis", además de otras grandes palabras como "available" y "weenie". Entonces me viene a la cabeza la canción Itsy bitsy teenie weenie yellow polka-dot bikini, que al parecer ha utilizado Yoplait para una de sus últimas campañas en Estados Unidos.
El resto de las líneas farfullan sobre un hombre entregado a no sé qué brazos hinchados con una sonrisa de loco enfermo. Luego, que los tres prisioneros caminan cabizbajos hacia el monte Golgotha, que alguien estornuda y que otro alguien se da cuenta de que no está seguro.
Yo tengo la bragueta abierta, Elena.

Thursday, January 11, 2007

नमस्ते


Un pato, cínico pato, gritaba en el jardín. Otro pato, estúpido pato, lo oyó, se acercó y también gritó. Pato por cínico y pato por estúpido gritaron una eternidad, hasta que pato cínico se calló. Pato estúpido lo imitó, pato cínico lo miró y pato estúpido sonrió.
Pato cínico: -Me voy a mi casa. Mía.
Pato estúpido: -Pato de mierda.
Pato cínico: -Pato.
Pato cínico se fue a su casa. Pato estúpido gritó "pato de mierda" y otros patos estúpidos lo imitaron. Nunca consiguieron callarse.

Monday, January 08, 2007

La minúscula acuarela nórdica de Bartleby


Hace casi dos años. Los dos estábamos allí, muertos de cansancio y con una cerveza en la mano. Era la primera vez que entrábamos; quizá no, pero nos sentíamos igual de ajenos y asqueados que como si fuéramos neófitos: dos viejos deseando el Apocalipsis, en un banquito y despachando contra el lujo y poderío propio de una discoteca de capial de provincia. Y venga, yo te invito, no, quita, quita, ésta la pago yo, mira, ¡buah!, me faltan dos euros, ¿ves?, te lo dije. Nada: un par (o tres, no recuerdo) de tercios por cabeza.
Nos encontramos después de su concierto. Me gustó bastante, por cierto, concierto con acierto. El caso, que nos sentamos a charlar en medio de aquel bullicio. Música y libros, 4:00 a.m.. Acabamos por alabar a Bob Dylan y al amigo Carver, y hablamos de las letras de sus canciones y de que yo escribía poemas o cosas raras que no sabía de qué género eran hijas (naturales o bastardas).
Este sábado, en mi novia Babelia; allí lo veo otra vez. De Acuarela, Abel Hernández. Entonces encabezaba Migala; ahora publicará Supervivencia de Houellebecq.
A propósito: Pepo Paz (cuanta pe en tres papalabras, papapá), de Bartleby, se escribe regularmente con Tess Gallagher. Una monada. La situación. Bueno, los dos.

Friday, January 05, 2007

Mercenarios


Dos niñas, un axolotl y un gigantosaurio. La almohada le engulle el sudor y los cuatro lo miran desde el techo. Una de las niña le dice: "Mira el amor, mira el amor". Mientras, la otra sufre una combustión espontánea. El axolotl clava sus ojos en los de él y el gigantosaurio se va a dar un paseo. "A pasear, a pasear", le traduce la niña del amor; de la otra sólo queda un montón de plástico quemado.
El gigantosaurio se cimbrea, el axolotl tuerce los ojos y la niña sólo acierta a repetir "¿tienes sed, tienes sed?". Y él se hunde en la cama. Huele a gasolina (benzina, nafta, qué más da). El techo es fuego, mejor echar un trago de anticongelante y olvidarse de niñas, cimbreadores y larvas de cuento. Error: el monstruo verde le sonríe; al axolotl le sale barba, manos gigantes y voz de Habermas ; y la niña le da un abrazo y le silba El puente sobre el río Kwai al oído.
Los desechos calcinados de la otra niña resurgen, toman forma de diapasón y vibran: "Te necesito".
"Y vio todo lo que había hecho, y he aquí que todo estaba bien".
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