
No hay nada que hacer. ¿Dónde está eso del ocio individual? Si pensabas que en los centros cívicos que surgen como setas en esta meca de la ancianidad iba a haber alguna plaza libre para tu disfrute, yerras. La epidermis septuagenaria cubre como una lona la piscina, el spa/balneario/ducha robótica o robot-que-te-ducha (vicioso que es uno), los cursos de artesanía en plata (¿?) y las salas de baile, sobre todo las salas de baile. Y la vieja de turno tirándole los tejos al monitor: "No, qué va, llevo toda la vida bailando", mientras se le saltan las lágrimas por la presión de la faja/maldice el día en que se puso esos jodidos tacones.
Fue una vez. Una. Social, pin, pan, tururú, centro cívico y salud vecinal. No, se me adelantó una vez más la Tropa Goofy ya parapetada con el gorro de natación, las chancletas y la toalla de aquel inolvidable viaje en Vibasa. Voy a ponerme greñudo y quinceañero, sí, para decir "los viejos no molan, primo". Yo creo que lo que les gusta (a mí también, para qué nos vamos a engañar) es tener la cartera a reventar de tarjeticas de colores de clubes, de bibliotecas extrañas del sur (en Sevilla me dijeron que, como no me plastificara el carné, no me dejaban sacar más libros) y de algo que aporte cierto caché o estatus.
A la mierda.
2 comments:
Viva todo aquello que nos anime a ser vagos.
Las cuatro oes quieren moverse hacia abajo.
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