Wednesday, January 18, 2012

O Frigôlio


Unas líneas más, unas líneas más, mientras cuento despacio las horas que vuelan y las amenazadoras columnas de estorninos en la última hora de luz solar. Llega el desvío y el segundero del intermitente, el giro, las televisiones de la vecindad a través de las ventanas. Pienso que ya me da lo mismo no volver a escribir, y por eso aparco muy bien el coche y saludo muy bien a todos. Cada día, a eso de las cinco, me afano en plantar un jardín de flores secas.

Siempre uno tiene cosas que contar, vida diaria, la leyenda de la sal para cocer más rápido la pasta y eso. Quizá me anime a hablar sobre la tienda de ultramarinos en el South Grand de St. Louis, sobre mi confusión ceferina o sobre las tres chicas de la universidad que hablan en un idioma rarísimo y llevan ropa cara y nueva y pasan horas en la cafetería enviando mensajitos y se esfuman ocultas en un Mercury gigantesco color crema. Pero hoy me contento con escribir estas pocas líneas, aunque sea una desvergüenza confesarlo para rellenar un par de renglones. 
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