Saturday, August 16, 2008

¿Cómo? Descuelga Nepal


Te pasaste el día enfadado, mandándome a tomar por el culo con tal educación que parecías una geisha insultando mediante sutiles movimientos de abanico. Mira, conducir dos jornadas seguidas durmiendo en el maletero, "an impressive 54 cubit feet of cargo room" (cargo room: me enamoras), y llegar a Nueva York queriendo verla entera en cuatro días es un experimento abocado al fracaso. Incluso se podría llamar tortura recorrer Manhattan durante ese tiempo, tortura que acogimos con gusto (casi con aplauso), mirando cómo en Chinatown blandían sapos vivos en las pescaderías. O cómo en Times Square un tío vestido con sujetador y bragas te hablaba de Mladic y los cascos azules holandeses.

Sin embargo, lo mejor de este viaje ha sido tu sonrisa comiendo empanadillas al estilo nepalí, mientras tu panza crecía y crecía frente a Phelps ganando su quinto oro. Fue la noche en que mejor cenaste: "Buah, durmiendo en el salón al lado del perro, sudando como un pollo y comiendo empanadillas soy feliz". Que imbécil eres de vez en cuando, querido. Y cada vez que girábamos la cabeza, veíamos las figurillas de dioses nepalíes entre velas, ocupando armarios enteros. Así, sagrados, cada madrugada simulábamos dormir algunas horas.

Monday, August 11, 2008

Nada, una tontería

Para decir que he atravesado maizales, bosques y pueblos amish; que el accidente de tráfico del que salimos ilesos fue técnicamente precioso; que Nueva York también puede importar un pito; que por fin he vuelto a escribir en condiciones: que ha regresado, cabizbajo, ese torrente cabrón que dijo buenas tardes tenga usté.

Wednesday, August 06, 2008

Verano


Ayer hubo una alerta de tornado. Los maizales galopaban desbocados bajo el cielo verdoso y la sirena de emergencia hacía eco en el estadio. Me puse triste al mirar un todoterreno rojo soportando la tormenta, solitario en medio del aparcamiento. Tenía una rama incrustada en la ventanilla derecha que llegaba a abrazar el volante de forma cariñosa. A conducir, a conducir, pensé. A rodar por la llanura de soledad que sobrevuela los campos de algodón junto a los cementerios, los graneros de madera podrida que esconden un cuervo dentro, el polvo del camino que diluye los cruces entre los campos... y que convierte la sirena en un lamento y el temporal en un soliloquio gris, de voz ronca, que hace callar a las ocas.
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