Monday, April 25, 2011

Batán, volvía


Se abre un bosque inmenso. La bruma ya no cubre el lecho del valle. Desde lo alto de este promontorio se divisa un claro. Dos hombres agitan sus brazos con angustia, abren sus bocas y ojos, arquean las cejas; estos prismáticos me han destrozado las entrañas.

Han pasado más de tres años de aquello. Ahora veo un reportaje en la televisión que habla de ese tema. Me concentro en la imagen. Un arroyo surca la frondosa vegetación. Las tonalidades verdosas de los árboles y las plantas son de una viveza sobrecogedora. Un grupo de hombres vestidos con harapos y de rostros macilentos camina despacio junto al estrecho caudal. La imagen se aleja poco a poco, los hombres se hacen cada vez más pequeños. La selva. Ellos siguen caminando, nosotros seguimos distanciándonos. De súbito, el último hombre de aquel grupo se detiene y mira hacia la cámara. Sus ojos estrellados se clavan en los míos. Yo y mis prismáticos que rasgan, él y su cabeza entre la espesura.

La foto, del sábado, muestra unas cipselas oníricas en un bosque cercano.

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