Esta parte moderna de la juventud por debajo de los 25 (por encima, los pioneros), con su tabaco de liar y sus trastos superocho, el Renault viejo de mi abuelo y me toman fotos en sepia con el contraste a tope mientras escribo mis complicadas reflexiones. Y hablo de todo pero no me he leído ni la mitad; que, mientras cenaba media hoja de lechuga con brie derretido a las finas hierbas sobre crocante de patata, he descubierto que soy un individuo libre con derecho a producir arte a partir de un par de tubos de óleo y una flor, porque las reglas no existen y pareces un carcunda llevándote las manos a la cabeza al contemplar mis sentimientos plasmados en un DIN A3 de alto gramaje. Me defino como una persona profunda que piensa en sí misma y después en la mismidad de mis amigos que son mi vida misma.
Ea, maestro, no me deje aquí, que me creo inteligente.
Ea, maestro, no me deje aquí, que me creo inteligente.
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