Thursday, February 10, 2011

La bicha francesa

No les queda Finkbräu, un clásico. En fin. Coloco las Grafenwalder en la cinta. Ahí va un par junto con el Gewürztraminer sorpresa para la joven. Llega mi turno y la cajera y yo intercambiamos saludos. Le digo que van seis de las fuertes y ocho de las normales. 9,93 el total. Pago con tarjeta. No, que el mínimo son diez para la carte bleue, así que coge una cerveza más y se acabó. Allez-y, allez-y! Miro sus ojos de imbécil y su pelo grasiento. Cero, uno... Me sonríe. De vuelta hacia los estantes alcanzo a oír un il est anglais de la otra cajera, la de la cara de rocín toxicómano. Susurros. En unos pocos segundos regreso con dos cervezas que coloco de nuevo en la cinta. Deslizo mi tarjeta por el lector, firmo y compongo la mochila al lado de la caja registradora. Cierro las cremalleras y aúpo la mercancía a mi espalda. Me tiro del abrigo hacia abajo. Espero su mirada. Tac. Et un peu d'éducation, s'il vous plaît, me abstengo de orgullo innecesario. El público, asombrado, no da crédito: al teatro, ¡y gratis! El supermercado enmudece. La cajera se extraña, no comprende. Rocín Toxicómano le explica que le acabo de pedir un poco de cortesía. Ah, congela su gesto. Y al abandonar el lugar, establezco contacto visual con una cincuentona. Mueca (,) idiota, buenas tardes.

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