Sunday, May 20, 2012

Y pensar que me equivoco


El jueves, cuando fui a sacar el visado, tardé menos de dos horas. Como la vez anterior, tres llamadas a la ventanilla (documentos, huellas y entrevista), pero con la diferencia de que cada trámite llevó apenas dos minutos: hace cinco años salí a las tres de la tarde, el otro día terminaron conmigo para las once y media. ¿Cosas del nombre? ¿Coyuntura financiera? ¿Mi creciente acento transnacional?

En la esquina de Bolivia con Alberto Alcocer, un letrero fino y blanco rodeaba la parte superior del bajo del edificio. Ponía EVO (Evo Banca Inteligente) en circunstancias nada azarosas, así que abrí una alcantarilla cercana y encontré una lámpara de cobre. La froté un poco con mi pulgar y apareció frente a mí un enano con camiseta a rayas y barba de pocos días; fumaba con parsimonia un cigarrillo negro. Alcé la vista y, mirando al cielo quemado, supliqué que se detuviera el tiempo. El enano me miró con ojos tristes y comenzó a tararear una canción. El tráfico se congeló y los sonidos de la ciudad dejaron paso a una risita cristalina que cayó como agua bendita sobre mi cara.

Foto pescada en Internet.

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