En este país persigo animales: conduciendo sin carné en un aparcamiento desierto, quise atropellar a unos mirlos; cuando fuimos a andar en bicicleta entre granjas y ciénagas, seguí durante casi cinco minutos a unos patos que no se decidían a remontar el vuelo; raqueta en mano, me puse a intimar con una zarigüeya cerca de las pistas de tenis.
A diario, juro a las ocas que sobrevuelan el cielo del medio oeste que me verán graznar más oxidado y triste que ellas.
Leo todo, nunca suficiente, y no escribo, no hablo. Alerta, me digo, alerta. Y camino más despacio en tu historia, en la de cualquiera, siendo un extranjero que persigue zarigüeyas sin marsupio: ocas con la suficiente inteligencia como para decidir si también debo estar alerta en el ocaso.
Mamá, que qué animal te pides.
2 comments:
Tres tristes tigres, en ese trigal.
Has de ser cuidadoso con las persecuciones de animales, creo que allí donde habitas están muy penadas.
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