Cada año tengo menos dinero, hablo peor, trabajo (aún) menos, se me acaba antes la paciencia y escribo menos.
Cada año me hago más feo, viajo más, pienso algo mejor y mis recuerdos crecen mientras el tiempo pasa a toda velocidad.
La semana pasada nos pateamos Madrid como nunca. Mucha cerveza de apoyo en Malasaña, osos por doquier paseándose también por Chueca, aires vespertinos en Lavapiés y La Latina. Mención especial para los árboles de cuento del Retiro que, esta vez sí, exploramos a fondo.
Y ya. He vuelto roto después del viaje, precedido de dos semanas de desvelos y regalo personal. Ahora, preparado para reconstruir mi rutina, te digo perdona, que ya iba a actualizar.
A. y su cámara se han marchado. Dejo una foto de hace unos seis años, cuando un día tuve una digital.
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