Abrí la puerta de abajo y encendí la luz de la escalera. Imprimí mis pasos en cada peldaño. Entré en mi apartamento y caminé hasta la cocina rayando la pared con las llaves. Me senté en una banqueta y esperé.
No me dí cuenta de nada, sólo existía un recipiente mudo que todo lo equivocaba, negaba y carcomía.
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