
Me cuenta mentiras. Lo veo en sus ojos de entrometida, ese par de alevines de tinta china que conserva nadando en sus peceras añiles. Parece que algo salta dentro de ella y se cuela por un rincón diminuto con una habilidad privada a los humanos.
Pinta miniaturas con su abuela, pequeñas cabezas de animales a las que dan colores muy extraños. Allí, en la terraza de los pinceles, siempre huele muy raro, como a cables quemados. Van a toda velocidad, produciendo con sus manos impecables una figurilla tras otra. No hablan al pintar porque de fondo suena una melodía propia de una ventisca: sutil, invernal y peligrosa.
2 comments:
¿Aragonito? La foto.
El azul parece una espuma radiactiva.
Post a Comment