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Son las tres de la madrugada. El frigorífico zumba vacío, los grillos raspan el cri-cri y mi cama está desecha. La luz me molesta, siento hastío mientras imagino a un motorista vestido de negro sobre una moto negra saliendo de un agujero negro. [...] Creo que se trata de un ruido estelar, una vibración grave que agujerea el cielo y que hace de los colores ondas y del suelo un espectro cegador.
El libro se lee solo, y cuando se termina, se lanza a lo oscuro. El Corán, la luz y la almohada. La habitación huele a humedad, el dolor de cabeza persiste y la manta apenas me cubre hasta la cintura. Sueño con un mimo que golpea las ventanillas de mi coche, mis labios pronuncian algo ininteligible y el aire parece que se condensa, apretando mis ojos, matándome despacio, haciéndome enumerar de tres en tres cuando creía que ya estaba durmiendo.
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