
Después de comer, Arcadi lee un buen rato sentado en la mecedora de la terraza, con el botón de los pantalones desabrochado. Le divierte la Odisea, como las facturas de teléfono.
Respecto a las facturas, la última vez hizo un cuidadoso estudio de las llamadas locales e interprovinciales; las internacionales las dejó como "Eventos extraordinarios" y sus charlas con Cesc como "Lo que me concierne". Terminó el estudio casi a las doce de la noche. Papá, al ir a su habitación, se sorprendió de que no estuviera en la cama. Fue al escritorio de Arcadi. Arcadi, con los ojos brillantes clavados en la madera negra, se volvió en la silla y, sobrio y formal, levantó la factura subrayada en una mano y los esquemas y resúmenes en la otra. "Quiero un marco para esto. ¿Color? Negro, claro. Ya está la escarpia clavada al lado de la mesilla". A papá no le quedó otra que sonreír. Arcadi creo que, como de costumbre, rió un poco.