Saturday, September 12, 2009

De hijo


Aquí es, en casa de mis padres. Los muebles huelen a So long, Marianne, de Leonard Cohen, esa droga un poco triste de madera mojada con carcoma. Pero no me distraigo, he venido a coger algo de ropa. Voy a la cocina, tomo un vaso del escurreplatos y lo lleno de agua del grifo. Doy un sorbo y me acerco a la ventana. El sol se cuela entre las acacias, no se oye ningún pájaro.

Pienso que está bien no subir arriba, no descubrir en el armario la naftalina esparcida sobre las sábanas o la marca de las goteras en las paredes. Prefiero quedarme en la cocina, sentado frente a la mesa de mármol manchado y oyendo las hojas aplaudir mi hipocresía y mi entereza. Hay poco que preparar, quizá cocer un huevo y partir un trozo de chorizo. Sí, quién dijo que tuviera que salir pitando. El tiempo sobra. La ropa no se va a mover de aquí.

1 comment:

Anonymous said...

El otro día tuve que ir a una oficina para hacer una entrevista a un tipo calvo. ¡Joder! Me quedé tieso. Al entrar vi al doble exacto tuyo. ¡Igual, igual! Estuve dudando como 10 segundos de reloj, esperando ver si eras tu o si me saludabas. Menuda cara puso el nota, porque desde la primera mirada que le eché, se dio cuenta de lo que estaba pensando. Bueno. Finalmente tu doble dijo: "hola". Y yo me di cuenta de que su voz no era la tuya.
Si lo que querías era descubrir tu doble en este mundo (no tu Doppelgänger), no hacía falta irse tan lejos.

Bosco. En Bilbao.

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