En un tris. A pique he estado de abandonar esta empresa, a las puertas del trigésimo testimonio. Y no por vagancia, laxitud y lasitud o una por introspección demasiado meticulosa (todo ello ha ocurrido, pero en la siempre bendita medida del ejercicio). He permanecido en un estado cataléptico, del que a pesar de todo sigo preso, después de un fin de semana en Madrid donde hubo disquetes desparramados por el suelo, un parque de columpios siniestro y un hombre que surgió de un dibujo emborronado; después de una tarde entera en las barriadas sevillanas o, lo que es lo mismo, en las Tres mil viviendas; después de que un tipo me preguntara, a punto de desmayarnos los dos por el calor en medio del desierto, que si creía que iba a llover; después de haber comido lentejas cocidas cuatro días seguidos; y después de contar las 27 palabras que cruzo de media al día (estadística de la última semana lectiva) con el mundo real.
En un tris. A pique he estado de dejar de fregar de esa manera tan rara los vasos.
6 comments:
¿Las lentejas del cuarto día eran las mismas que las del primero? Ahí puede estar la clave.
No, pero casi: hasta el tercer día por la tarde no hubo lentejas calientes.
¿De bote? Es un detalle crucial.
Las de bote me da miedo tocarlas. Y eso que el que me ha alquilado la casa tiene alubias y lentejas en tarrico de cristal. Yo de Luengo en paquete no bajo, no señor.
Añade en el último instante un sofrito de cebollla y chorizo a las lentejas, el mundo cambiará de sabor y color.
¡Viva el aceite de oliva!
F! ¿Tu móvil sigue funcionando? Acabo de llegar a casa y Papá se ha puesto taaaan contentico...
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