Tuesday, June 14, 2011

Flora, fauna rara


Un plan impuesto desde la tarde del domingo hasta la tarde del lunes. Una cena escasa en hidratos y un desayuno sin fruta para 23 horas de estancia. Así las cosas, disponga también unas polillas del tamaño de gorriones por el parqué y mantenga largos silencios, como si quisiera atraer la atención de sus invitados en su viejo almacén reconvertido en casa de los horrores.

Pero ahí anda Gérardmer, turistas de las cuatro estaciones, y no detenga su Peugeot en las mejores vistas. Sus invitados han venido en sandalias y zapatillas de loneta, ¡llévelos al monte! Y no se le ocurra completar el circuito plagado de barandillas y pasarelas metálicas: pare a la mitad y retroceda por el mismo sendero, que c'est pas le même. Agudo, agrego. Ya las tres y pico, ya las cuatro, obvie el necesario almuerzo y desapruebe la entrada a un café, donde sus invitados habrían simulado utilizar el baño para devorar acero, loza o cristal. Por favor, organice un último paseo hacia una turbera, pero niegue la visita a los telesillas abandonados, a las pistas de esquí verdes y solitarias, al cercano Munster y a todos esos pueblitos de nombre alemán. Desperdicie el día, eche a perder Frankenthal-Missheimle y Massif du Ventron. Acabe con ellos.

Hay imágenes de la jornada, pero, de nuevo, los ordenadores de la biblioteca ofrecen pocas posiblidades. Tomo una prestada de Sébastien Brière, de su blog: la turbera de Lispach, que nosotros vimos un poco más fea.

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