Ella pasea por calles de ruido en ciudades de rascacielos, estrena gazmoñerías y bebe cerveza de cooperativas y particulares. ¡Hoy he comido pulpitos! al teléfono; sí, los probaste acá, los viste sobre un plato. Fritos. ¡Vale!, y su tono de voz onda despreocupado a través de las ondulas. Ahora se trata de acumular despreocupaciones, me digo, pero no me convenzo. Voy a bajar las persianas, luego hablamos otra vez.
No sales del atasco. Lleváis más de media hora dando vueltas por las calles adyacentes a la avenida Michigan. B. es paciente al teléfono, a mí no me salen las palabras. Una vez más me condeno al no tener nada que decir. Ella ríe mucho para ligar mis pocos fonemas y tú me despides entre el barullo del tráfico, entre idiomas que desconozco.
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