Frente a mí, en una mesa bañada por el sol, hay un tipo. Tiene la cara deformada por la viruela. Viste una camiseta de ésas que tienen serigrafiado un largo y sesudo mensaje acerca de la hipocresía estadounidense. Debajo, un pantalón de chándal sencillo y unas zapatilas de tenis cuarteadas. Se le enfría el café.
La cafetera humeante llega hasta el joven obeso que se sienta detrás de mí. Se hace llamar Norton y lleva gafas cuadradas. Con toda seguridad, fruto de padres conservadores que se sacrificaron por aquel hijo tonto. "Tengo tre-tre-treinta y tres años", dice cada vez que la camarera se acerca a su mesa. Ella le sonríe y se agacha dejando que los pechos bailen dentro de su blusa.
A mi lado, puedo adivinar una figura recta y antinatural. Sus diminutos ojos devoran una novela de Tom Clancy hecha una baraja; a ratos, sus finos labios resecos se curvan en una sonrisa siniestra. Permanece tan ensimismado en la lectura que no se da cuenta de que se le cae la baba. Cuando pasa de página, el hilo de saliva conecta con el antebrazo, construyendo un raíl mágico sobre el que algún tren con cargamento nuclear llegará a su boca desde el libro.
Por fin, al oeste, la ventana. Se ve un aparcamiento deformado por la viruela, de treinta y tres plazas y mojado por la lluvia. La mañana ya ha comenzado hace rato, y me pregunto qué tipo de brújula aleatoria es ésta, la que en ocasiones me señala cuatro puntos cardinales peligrosos.
3 comments:
si te gusta el cine visita www.losandaresdecharlot.blogspot.com
Si te gusta la mortadela, sigue leyéndome.
Ummm, creo que en este blog haré amiguitos. Je.
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