Friday, July 29, 2011

El árbol


Un tronco fuerte se bifurca de manera simétrica y se convierte en un hombre peludo que mira hacia mí. Baja los brazos manteniendo la espalda recta. Son protuberancias, no, ramas, que brotan en lugares cualquiera de su cabeza. "Creo familias", explica. Y las yemas no tardan en convertirse en flores a las que da nombres y alimenta con vieja escuela para que crezcan bellas y serenas. El hombre mira al cielo para buscar paciencia: la vejez lo recompensa y lo seca deprisa.

Ahora ellas se pasean por las zonas chulas de Santa Teresa, sudando por la violencia machista que mana de sus propias raíces. Pero se trata de unas muchachas resueltas y a uno lo miran a los ojos y lo dejan tiritando de frío, o de miedo, porque papá era el árbol y el hombre formal, el cabrón más respetuoso del desierto.

Tiro de archivo para la imagen, que es de A. y capturada en el noreste francés.

Saturday, July 23, 2011

(En construcción)


Vale, ahora paro y te digo la verdad, me recojo en un ovillo y te cuento mi secreto: soy una profetisa que predica en la zona oeste de la ciudad, entonando algunas coplas malas que yo misma escribo en mitad de la noche. Me llaman La Pringues, recito con gracia y los adolescentes me tiran huevos.

Me dio por ahí, me dije que quería trabajar de una vez, y escribí "trabajos raros" en el buscador. Después de unas horas di con el nombre de Teo Mururoa y un número de teléfono. Marqué y al segundo tono una voz  grabada me citó para el día siguiente a las tres y media en la puerta giratoria del edificio de Alas.

Esperé algo más de veinte minutos y, cuando estaba a punto de marcharme, un niño de gesto serio y ojos hundidos tomó mi mano y me guió hasta la parte trasera del edificio.

[...]

En la fotografía, voluntariamente destrozada,aparece J. en el Parque Bien.

Sunday, July 17, 2011

El barro sobre la página


Repasé mentalmente las sensaciones al leer uno u otro libro, novelas casi todos, que he devorado en lo que va de año. Y ahora, con 2666, todavía a unas 800 páginas del final, me atrevo a decir que se quedará en un pasatiempo. Entiendo que sea un superventas.

Me decepciona leer novelas que le llevan a uno de la mano, y de una acción a otra. Vocabulario exiguo, pensamientos fromulados desde la oralidad o putas, drogas y asesinatos. Que bien, pero no para mí. Prefiero interminables diálogos entre pedagogos e ingegneri, o seguir de cerca la evolución de las debilidades y las ambiciones de un personaje durante mil páginas. Una novela para poder leerla en el futuro de una manera distinta y  descubrir lo que uno descuidó o no llegó a saborear por completo; convertirse de nuevo en esa materia transparente que ocupa cuerpos de viejas y niños, religiosos y soldados y burgueses trashumantes, que piensan con neuronas modeladas a  machetazos o a bisturí y mezclan la pedantería con la salvajada y el amor, como si fueran dueños de sus actos o existiera una fuerza mayor que los atenazara y los transformara en marionetas.

Expreso mis pensamientos de forma imprecisa, lucho contra una impulsividad educada que lanza sobre mi cerebro decenas de ideas a la vez. Como resultado, ahí tienen la prueba en el párrafo anterior, en el que apenas justifico qué es lo que diferencia 2666 de las novelas que realmente me gustan. Madre, conviértame en un impostor de renombre internacional.

También soy bastante hortera: no puedo creer que haya estado escuchando Lucky (Lucky Twice) a todo volumen mientras escribía esta entrada. No me voy a defender. / A. tomó la foto ayer, en una famosa ciudad de la Costa Azul.

Wednesday, July 13, 2011

Revolver, que extraño


Un clásico, esto de aparcar el blog en un descampado y dejar que se derritan las entradas. No dar testimonio equivale a engordar, entregarse a la espuma amarga, al paseo Pereira y a las duchas eternas. Y aquí, sin camiseta y con el buche moreno, respiro con trabajo, tecleo y balbuceo con una sonrisa de sudor.

[...] Las últimas dos semanas volaron diacapallá sobre caminatas infinitas, en San Fermín o en viejas glorias turísticas regionales, en El Raval, bajo el sol y con la correa un poco larga. A. y J. prosiguen el viaje hasta su fecha de regreso, el domingo que viene. Y entonces, sin pensarlo demasiado, el mar azul oscuro se dibujará en el mapa y se columpiará entre nosotros, más, más, una vez más, como un niño borracho de vaivenes.

Me toca seguir leyendo a mi ritmo habitual, a terminar eso que hace mucho empecé y a empezar lo que ya ni me acuerdo cómo hacer. ¡Y a actualizar!

Detalle kiliki.
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