Monday, December 31, 2007

Mr. Embassy


–Hace poco escribí una historia. Bolígrafo negro, parte de atrás de una fotocopia a color del libro de familia. Sentado en el suelo de la embajada de Estados Unidos, leyendo que era hijo en página 3, pensé que en esa misma hoja de papel había otra identidad latente, en el reverso blanco. Y por eso me puse a escribir de oídas sobre aquello que menos me importaba.

»Aforo casi completo. 90 inútiles yendo y viniendo a las ventanillas en tres tiempos: primero, para entregar una media docena de documentos más el pasaporte; segundo, para la toma de las huellas dactilares y tercero, para la entrevista. Y él, joven de estatura media y con el teléfono del logopeda perdido, hizo la mejor de ellas”.

»Venía de Barcelona, con los ojos chisporroteando ilusión por hacer el máster de su vida en Boston. “Me lo he currado mucho”, argüía lloriqueando, después de que el hombre al otro lado de la ventanilla le recordara una condena sin cumplir. “Posibilidad de cárcel cero; eso fijo”, aclaraba el chico. “Como mucho una penalidad monetaria”. (Penalidad monetaria. Dios, tendría que haber visto su barbilla blanda, a punto de provocar una inundación, mientras lo pronunciaba).

»Parecía no resultar. El funcionariado de la embajada atendía con indiferencia las explicaciones del joven, respondiendo sus sollozos con gesto burocrático y maniqueo. Él, agobiado, balbuceó fragmentos de nada, de aquello que ocurrió en el jardín de un vecino hacía tres años y siete meses. “Mi amigo quería unas tulipas para su padre (manera bastante atípica para designar los tulipanes; puede que quisiera referirse a otra cosa). Fue una chiquillada”. Pero algo preguntó el entrevistador, una demanda que repitió varias veces acercándose más y más al cristal que los separaba. Sus labios se movieron cientos de veces formando las mismas formas agresivas y aristadas. Entonces, el universo colocó una coma en aquella embajada, guardando ese instante en el tiempo como si fuera un pedrusco de ámbar. Era demasiado estúpido para decirlo, así que se le escapó una voz minúscula y ronca: “Lo único que robamos fue excremento de vaca. Yo no me quedé con ninguna parte del botín”.

»Omito los lamentos posteriores del mozo, cuando farfullaba que iba “con la verdad por delante”. Qué drama. No le concedieron el visado, por supuesto. Se fue a casita con el encargo de enviar muchos faxes a no sé quién y luego llamar a la embajada de nuevo para ver si sonaba la flauta y poder obtener el ansiado F-1.

»En fin, creo que nada cambió en mi vida, esa mañana en suelo estadounidense. Sin embargo, algunos días más tarde, como la resaca de las olas, “penalidad monetaria” y “ninguna parte del botín” engrosaron una muy personal selección de frases hechas que normalmente suelto sin motivo. Hace poco adopté “la prolemática no esiste en mi vocabulario”, cuando oí en la calle a un tipo explicar a otro que un amigo “había tenido una prolemática con un gitano y volvió a casa con el ojo negro”. El interlocutor resolvió: “Pues la prolemática no esiste en mi vocabulario. Yo le habría metido el cuchillo por el culo y se acabó”.

»Hablando de todo y de nada. No sé qué diablos me pasa hoy que no puedo cerrar la boca, Mr. Embassy.

–Bueno, empiece por explicarme el motivo de su viaje a Estados Unidos, Mr. Shy.

Thursday, December 27, 2007

De la llamada #428


La libertad entendida como la expresión pura de mi carácter en el espacio íntimo; la propia ensoñación que rellena los capilares hijos de vénulas (mi viaje siempre parece sucio) y se filtra a través de nada en particular: no me lo prohíbas, deja que sobre al mundo y se vea comprendido, forme un todo o una parte.

Cuando no entiendo algo, no me interesa o me parece estúpido, suelo poner mucha atención para olvidarlo lo más rápido posible.

Dime, te escucho.

Friday, December 21, 2007

La sabia voz de la conciencia


Yo también podría arruinarte la vida. Pareces joven y fuerte; un buen ejemplar, sin duda. El procedimiento habitual es muy sencillo: primero te dejaré hablar sobre tu vida, mimetizándome con tus sentimientos. Seré el acompañante perfecto de tus soliloquios, igual que ese aguacero que cae en los momentos dramáticos de muchas películas sensibleras. Cuando haya recopilado todo el material (palabras, tono de voz y gestos de todo tipo), lo clasificaré según ámbitos. Con el primero de ellos te haré más daño que con ninguno: tu familia. Quedarás hecho trizas, te lo garantizo.

»Al principio seré comprensivo y afable con tus padres y hermanos (si es que tienes). Años después, cuando me gane su confianza, el cambio será tan radical que no podrán reaccionar, y, una tras otra, las peleas os llevarán al odio. Gracias a mí, tu familia se convertirá en una auténtica basura corrompida por el dinero, el rencor y algún drama infantil sobredimensionado. Y yo me encargaré de todo, no hará falta que tomes alguna vez la iniciativa.

»Una vez destruidos los lazos familiares, el resto resulta más fácil arrasarlo. Sí, sí, aunque seas muy fuerte y estés convencido de que tu novia te quiere (o de que la olvidarás definitivamente, si ya os rendisteis); aunque seas muy fuerte y estés convencido de que tienes grandes amigos.

»Yo lo puedo exterminar todo. Lo sabes.

–Sí, lo sé -dije sin interés. Sólo estaba sacando una foto a mi hermano, que posaba con desgana frente a la torre Sears.

Saturday, December 15, 2007

Kansado


De gente que dice mucho "aquello era una merienda de negros", de las faltas de ortografía, de la tecnología y de la candidez establecida en aras de la cordialidad y de la diplomacia interpersonal.

Pero agradezco profundamente los aviones y las largas esperas en los aeropuertos, su aprecio por el foie, el anonimato y las ojeras fruto de un irrefrenable deseo de escribir hasta dormido.

Friday, December 07, 2007

"This here's Miss Bonnie Parker. I'm Clyde Barrow. We rob banks"


"Ahora toma un complejo vitamínico, una única dosis diaria por la mañana alejada de las comidas. Y no le sienta bien, o eso dice. Pero yo que lo veo, creo que, además, está perdiendo la cabeza: sobre las cinco de la tarde debe tener el pico de subidón energético y comienza a establecer asociaciones aleatorias entre algunas palabras, elegidas al azar, de mis soliloquios. Así hasta la hora de la cena, cuando se queda ensimismado con olores, texturas y polígonos ocultos en la geometría íntima de los alimentos. A partir de entonces, su cerebro se apaga despacio entre brillos azules, hasta una nueva pastilla que le lleve a pensar en alto, a darse puñetazos con mi ego alargado y ennegrecido".

»Ayer fue insoportable. Estábamos sentados frente a la mesa de la cocina, bajo la tutela halógena del techo,...

Son las tres de la mañana. El efecto de las vitaminas se pasó hace rato.
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