Thursday, March 30, 2006

A alguno vestía yo de pingüino


Seis hermanos iguales, con las cejas juntas, miran de reojo al sol. Justo al llegar el segundero al siete, sonríen enseñando sus dientes planos y amarillentos que destellan seis voces graves. Inesperadamente saltan en una carcajada contenida y robótica, haciendo vibrar sus diminutas cajas torácicas. Parece que les cuesta respirar, el calor es sofocante. Los seis sacan con la mano izquierda un pañuelo perla del bolsillo derecho. Se secan el sudor de la frente y miran directamente al sol, poniendo una cara rarísima: además de cerrar los ojos y encoger la nariz, aprietan la mandíbula y abren la boca. Vuelven a estallar en la carcajada eléctrica.
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